¡Feliz día Pi!
Acabo de ver la fecha y me di cuenta del trascendental día que sólo llega una vez al año. Es insual que tengamos un día para celebrar un número irracional como algún tipo de civilización futurista de un sueño febril Vernesco. Tal vez estamos en el proceso de convertirnos en esos seres superiores e inescrutables de Una Odisea Espacial o Contacto.
Entre todo el caos del mundo moderno y las visiones apocalípticas a los que se adhiere el discurso mediático convencional, quiero que este blog sea un espacio menos deprimente. Ahora que los diferentes países han comenzado a fortalecer sus procesos de vacunación, la luz al final del túnel es visible. Mantengámonos ahí, en el consuelo de las maravillas de nuestra era moderna. Posiblemente una descripción de nuestra civilización, que puede comunicarse a la velocidad de la luz y halló una cura a una enfermedad letal en menos de un año, sonaría fantástica e incluso alienígena hace únicamente doscientos años cuando las semillas de los célebres “canales en Marte” estaban comenzando a ser plantadas.
De la misma manera, esta inusual celebración me recuerda sobre los peligros y consecuencias de la obsesión. La obsesión con tener la razón, con la lógica, con saber, con el pozo interminable de la página principal de nuestra red social de predilección. A veces es mejor saber qué saber y que no. Igual que un Victor de cara lampiña y mirada inocente vio por primera vez el clásico absoluto de Pi: el orden del caos, una película sobre obsesión matemática, en su primer semestre de universidad; cualquiera de nosotros puede perder la cabeza con demasiado acceso a la información sin considerar la calidad de la misma.
Este catorce de Marzo, lo celebraré viendo de nuevo π en Netflix.